Para garantizar el adecuado funcionamiento de los procesos metabólicos y el envío de oxígeno a todos los órganos, nuestro cuerpo necesita que el pH de la sangre se encuentre en un estado neutro (entre 7,34-7,45).
Cuando existe un desequilibrio de nuestro pH, nuestro cuerpo intentará restablecer el balance natural cueste lo que cueste.
El exceso de ácido en el cuerpo crea un ambiente en el que se favorece la descomposición celular, debilitando todos los sistemas del cuerpo, y permitiendo prosperar a enfermedades (menos defensas biológicas).
Por ejemplo, si nuestra sangre aumenta su acidez descendiendo el pH a 6,5, nuestro cuerpo comenzará a buscar la manera de abastecerse de minerales (principalmente calcio, carbonato y magnesio) para lograr recuperar la neutralidad.
El inconveniente es que para hacer esto, extraerá estos minerales de nuestros huesos (osteoporosis) y vasos sanguíneos (arteriosclerosis asociada).
Se ha demostrado que dietas cetogénicas (altas en grasas-proteínas y pobres en hidratos de carbono) se asocian a valores de pH sanguíneo más bajos o ácidos que dietas altas en hidratos de carbono (en torno al 70%), donde los valores son más básicos y por tanto más beneficiosos para la práctica deportiva.
Con respecto a si las dietas cetogénicas podrían ser potencialmente cancerosas debido la alta ingesta de productos de origen animal, parecer ser que lo verdadero es todo lo contrario, ya que estas dietas han demostrado ser eficientes no sólo en la reducción del tamaño tumoral sino también en la perdida de peso asociada al proceso canceroso.
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